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¿Quién detendrá los tentáculos de la corrupción?

Es una insigne burla para los dominicanos, querer dotar a la Nación de una "constitución moderna" sin que se contemple los mecanismos idóneos que por lo menos reduzcan los espacios de corrupción. Antes de que el presidente Leonel Fernández asumiera la dirección se Estado, cúpole a él el honor de denunciar de una manera dramática la hiper-corrupción que sacaba de los bolsillos de los dominicanos, más de 30,000 millones de pesos. Hoy, como paradoja de la historia, son cientos de miles de dominicanos que se desayunan con un Padre Nuestro y cenan con un Ave maría, como resultado de una galopante corrupción que se torna cada día como una cultura plausible e incastigable.

Después que Walter Lippman acuño el término de esteriotipo, para hacer más fácil una respuesta en cadena, son muchos los que tienden a generalizar, de ahí, que se haya perdido la fe y se piense que ya nada puede hacerse y que se requiere de un nuevo hombre para erradicar la cultura de la corrupción. Sin embargo, podemos decir a todo pulmón, que todavía la República Dominicana cuenta con grandes hombres y mujeres que han podido saltar el fango de la corrupción sin una pizca de mancha.

Es vaticinable pues, el choque que habrá de producirse en el gobierno entre los miembros históricos del PLD, seguidores del ideal boschiano y todos aquellos oportunistas que se han "enganchado" al gobierno con el único objetivo de hacer fortunas y de hecho negar las enseñanzas del maestro de América por antonomasia.

La advertencia de José Martí está vigente, ver un crímen y no denunciarlo, nos envuelve como cómplice del mismo. Aunque han habido algunos intentos de denuncias de corrupción por parte de los verdaderos discípulos de Bosch, todavía se mantiene un silencio cómplice que enloda la memoria del prócer vegano. Ante este tétrico panorama que acerca a los malvados a la actividad política, mientras aleja a los honestos, ya no bastan discursos elaborados para condicionar la opinión pública, no basta maquillar los números que indican claramente el abismo entre pobres y ricos, se requiere que el presidente de la república, adopte medidas ejemplarizadoras de castigo a los corruptos. Ahora que nos abocamos a una nueva constitución--porque de eso es lo que se trata--el presidente Fernández tiene la oportunidad de declararle la guerra a los corruptos a través de la nueva constitución.

Con el impedimento que tiene el presidente Fernández de presentarse como candidato a la presidencia en el 2012, los oportunistas corruptos elevarán los niveles de corrupción y crearán las condiciones objetivas y subjetivas para una poblada que podría afectar profundamente la gobernabilidad. El mejor servicio que podría dar el presidente Fernández a su pueblo, es declararle la guerra a los corruptos con seriedad y de seguro que recibirá el apoyo de todos los dominicanos sensatos. De no hacerlo así, su carrera política terminará tristemente. EL AUTOR ES PEDAGOGO. centrodeidiomaswashington@gmail.com
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