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Feminista responde a la Iglesia Católica y la acusa de chantaje político respecto al aborto

domingo, 12 de abril de 2009
SANTO DOMINGO, DN.-La dirigente feminista Denise Paiewonsky declaró este domingo que con el Sermón de las Siete Palabras la Iglesia Católica utilizó el chantaje político para presionar a los legisladores que tienen a su cargo conocer y sancionar el proyecto de Ley de Reforma de la Constitución de la República.

Indicó que en los últimos meses los funcionarios católicos se muestran cada vez más nerviosos con el asunto de la despenalización parcial (del aborto) y sus pronunciamientos se han vuelto más amenazadores, sus críticas al gobierno han ido in crescendo y la campaña antiaborto alcanza ribetes de obsesión.
Denise Paiewonsky
Clave Digital/Clave Digital

Paiewnsky, además de recriminar a la cúpula del clero católico por su participación en el golpe de Estado contra Juan Bosch en 1963, sostiene que los ataques contra el gobierno del presidente Leonel Fernández se deben a que, contrario al PRD y al PRSC, el PLD no ha bajado una línea anti aborto a sus legisladores.

Resalta los ataques personales de la Iglesia contra los legisladores peledeístas Minou Tavárez Mirabal, Magda Rodríguez y Víctor Terrero Encarnación.

"La Iglesia dominicana sabe que, cuando se le explica honestamente, la mayoría de la población no apoya su posición frente al aborto terapéutico", agreaga.

Sostiene que por eso lam Iglesia se cuida mucho de mantener el discurso de la ‘defensa de la vida’ al nivel de abstracciones y frasecitas bonitas, evitando a toda costa entrar en detalles que puedan conducir a percepciones de extremismo moral o fanatismo religioso.

A continuación el texto de reflexión y respuesta al Sermón de las Siete Palabras:

Se pasaron

Con el Sermón de las Siete Palabras de este Viernes Santo, la Iglesia católica escaló su estrategia de chantaje político a niveles que recuerdan la época de Láutico García y los golpistas eclesiales del 63. De un tiempo acá parece que no han bastado las tradicionales presiones a los legisladores, los regaños habituales desde el púlpito de la Catedral, la manipulación tras bastidores de líderes políticos, las negociaciones de aposento con autoridades.

Es la impresión que tengo porque en los últimos meses los funcionarios católicos se muestran cada vez más nerviosos con el asunto de la despenalización parcial: sus pronunciamientos se han vuelto más amenazadores, sus críticas al gobierno han ido in crescendo, la campaña antiaborto alcanza ribetes de obsesión.

La estrategia eclesiástica de intimidación política pareció culminar hace unos días con las declaraciones de Benedicto sobre la corrupción y otros vicios gubernamentales. Es decir, como hasta ahora Leonel no ha inclinado la cerviz, bajándole públicamente una línea antiaborto a sus legisladores -como sí lo hicieron en su momento el PRD y el PRSC- la Iglesia decidió darle a probar lo que le espera si no recapacita.
Pero parece que lo de Benedicto tampoco fue suficiente y de ahí el ataque personal a Minou Tavárez Mirabal, Magda Rodríguez y Víctor Terrero Encarnación. Contrario a lo que quiere aparentar, la arremetida del viernes contra estos legisladores –al igual que la bomba de Benedicto- no es expresión de fortaleza sino de debilidad. Y bien harían los políticos dominicanos en entender esto, tanto los que ya claudicaron públicamente como los que con gran valentía siguen defendiendo sus principios.

Porque hay que estar claros: esto no es asunto de quién está a favor de la despenalización parcial (la abrumadora mayoría de los legisladores), sino de quién tiene la entereza de decirlo en voz alta. Y estos tres legisladores han estado dando cátedra de honestidad, firmeza y coraje en la defensa de sus convicciones. Por eso la amonestación pública, que además sirve de advertencia a los demás funcionarios electos de lo que les espera a quienes osen desobedecer las órdenes de la jerarquía eclesial.

Escuchando las Siete Palabras de ayer yo me preguntaba, ¿qué porcentaje de la población dominicana dejaría morir a la hermana/hija/esposa/amiga a la que se le diagnostica una complicación de salud cuya solución es incompatible con la continuación de un embarazo? ¿Qué proporción obligaría a una niña de nueve años preñada de gemelos por un padrastro violador a llevar a término ese embarazo, como recientemente intentaron hacer los obispos brasileños? ¿Cuántos insistirían en que la mujer cuya sonografía muestra un feto anencefálico continúe inútilmente su embarazo durante cuatro meses más, para que al final le hagan una cesárea (cirugía mayor, con todos sus riesgos), a sabiendas de que el recién nacido no sobreviviría más de unas horas, como en efecto ocurrió en una maternidad pública dominicana el año pasado?

Y me preguntaba yo, no ya cuantos ciudadanos, ni siquiera cuántos feligreses, sino cuántos curas estarán realmente de acuerdo con la postura de la Iglesia Católica que obliga a tales cosas so pena de excomunión y cuántos, por el contrario, usarían la privacidad del confesionario para dispensar a sus fieles de esta regla insensata (por no decir criminal, como en efecto se puede argumentar).

La indignación generalizada que suscitaron el caso de la niña brasileña y las declaraciones de Benedicto XVI en África sobre el uso del condón, muestran que las posiciones oficiales del Vaticano están cada vez más divorciadas de la opinión pública mundial, aún la de los países de mayoría católica. ¿Cómo convencer a la ciudadanía -o aún a su propia feligresía- de la superioridad moral de la norma que obliga a una mujer enferma a morir antes que abortar, o la que prohíbe el uso del condón en medio de una epidemia de SIDA que mata millones cada año?

La respuesta es que la ortodoxia vaticana logra convencer cada vez a menos personas, como muestran las encuestas de opinión realizadas en numerosos países de mayoría católica. Según los sondeos de Católicas por el Derecho a Decidir y otras entidades, por ejemplo, sólo una minoría de católicos latinoamericanos está de acuerdo con las posiciones de la Iglesia frente a la anticoncepción, el aborto terapéutico, el uso de condones para la prevención del VIH, el divorcio, la educación sexual escolar y otros asuntos. Un sondeo reciente muestra que el 90% de los católicos de México, 86% de Irlanda, 79% de Estados Unidos, 77% de Filipinas y 59% de Ghana apoya el uso de condones. Después del fiasco de Benedicto en África, el 43% de los católicos franceses fue más lejos y se mostró a favor de la renuncia del Papa.

La Iglesia dominicana sabe que, cuando se le explica honestamente, la mayoría de la población no apoya su posición frente al aborto terapéutico. Por eso se cuida mucho de mantener el discurso de la ‘defensa de la vida’ al nivel de abstracciones y frasecitas bonitas, evitando a toda costa entrar en detalles que puedan conducir a percepciones de extremismo moral o fanatismo religioso. Por eso, ante el temor de haber perdido la batalla en la opinión pública, concentra sus esfuerzos en la intimidación y el chantaje político.

Todo lo cual me hace pensar en el 63 y en las ironías de la historia. Que la misma Iglesia de Láutico esté atacando otra vez a un gobierno del partido de Bosch por mantener (o al menos eso esperamos) una postura progresista en materia social. Que la misma Iglesia que durante casi treinta años apoyó incondicionalmente al asesino de su mamá, ahora quiera crucificar políticamente a Minou...

En fin. Ahora hay que esperar las reacciones de los diversos sectores que inciden en la vida política nacional, todos los cuales se proclaman defensores de la libertad y demócratas a carta cabal. Vamos a ver cuántos y cuáles de ellos van a dar la cara tras este grosero atentado contra la institucionalidad democrática. El PLD, en particular, no debiera claudicar: tiene una deuda histórica que saldarle a Juan Bosch.

Denise Paiewonsky

12 de abril, 2009
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